
La transición poderosa a la maternidad
Siempre pensé que daría a luz por la noche … pero mis contracciones comenzaron a las 6 de la mañana. Tenía 7 días de retraso (según los cálculos) y parece que nuestro Kai había esperado la luna llena ese día. Escuché que el parto duraría horas entonces casi mejor dejar a mi marido descansar.Me acosté en el sofá respirando profundamente, pasando por las contracciones. Mientras tanto tuve que usar el baño varias veces, comencé a sentir náuseas y tuve que vomitar. A las 7 por la madrugada, las contracciones ya eran muy fuertes y no estaban tan separadas, así que desperté a Jivano (mi esposo) y le dije que llamara a Mikel (nuestro comadrón) para informarle que ya he empezado.
Había planeado un parto en casa y tenía un equipo completo atendiéndome; Mikel (el comadrón) Jaja, mi profesora de yoga durante el embarazo, que estaba formándose como doula, otra doula Cristina y mi mejor amiga desde la infancia, Dothan, que trabaja en Holanda cuidando las mujeres en el postparto.
Mientras esperábamos a que llegara el equipo, preparamos la habitación cerrando cortinas y encendiendo velas.
Pensé que me pondría nerviosa o entraría en pánico una vez empezado el parto, pero me sentí tranquila, tal vez porque realmente no había tiempo para concentrarme en otra cosa que entrar y salir de las contracciones cerrando los ojos, respirando y centrándome.
Un taller que hice sobre el dolor de parto me ayudó a recordarme que cada contracción solo dura tanto tiempo y que el pico es solo unos segundos antes de que se alivie nuevamente.
Acostarse parecía ser lo peor y Jaja, Dothan y Jivano seguían ayudándome a probar diferentes posiciones. Pasaron algunas horas así, en cuclillas, de pie colgando, abrazando y apretando fuertemente a mi marido y mis doulas. En algún momento recuerdo que Dothan comenzó a cantar una canción que solíamos cantar cuando éramos jóvenes y cantamos juntos durante las contracciones. Cuando Mikel vino a revisar, no había roto el agua y no había dilatado mucho. Para no desanimarme, Mikel sugirió romper la bolsa y que me ayudara con la dilatación haciendo un masaje interno. Funcionó y un poco más tarde dilaté unos centímetros más.
El masaje interno que hizo varias veces durante mi trabajo de parto fue bastante doloroso, pero ayudó a que progresara la dilatación.
Más tarde me prepararon un baño tibio para ayudar a relajar los músculos. La bañera era agradable y Jaja y Dothan cantaron para mí y yo canté con ellas. También Cristina estaba allí acariciándome con agua y masajeando mi cuerpo para aliviar el dolor.
Después de un tiempo, sentí que mis contracciones eran más fuertes en la bañera y quería salir, para ese momento me quejé un poco, ya que me dijeron que tendría más descansos entre una contracción y otra y yo no lo sentía así :¡No hay tiempo para recuperarse entre una y otra! (aunque luego me dijeron que me quedaba dormida entre varias contracciones).
Finalmente llegamos a la fase de expulsivo, fue difícil pero estaba feliz porque significaba que estaba más cerca del final.
Con Mikel delante de mí, Cristina ayudándole, Dothan y Jaja a cada lado y Jivano sosteniéndome fuerte por detrás, comencé a empujar.
Tenía mucho hinchazón alrededor de mi vulva y Kai tuvo dificultades para salir … en algún momento Mikel me miró y dijo que no estaba seguro de si podríamos seguir en casa y que tal vez nos tendríamos que trasladar al hospital .. Siempre fui consciente de que podría ser necesario y estaba preparada para ir al hospital si fuera necesario. Sin embargo, en este punto, en medio de los pujos, realmente no quería ir al hospital … Así que puse todo mi esfuerzo para que avanzase.
Mikel debió darse cuenta y trabajó conmigo. Todos seguían diciéndome que estaba casi allí, juro que Jivano detrás de mí estaba empujando igual de fuerte como yo, y yo sentí su apoyo, como silo estuviéramos haciendo juntos.
Cuando Kai aún no salía, empecé a sentir un poco de desesperación y no podía dar mucho más … ¡casi allí¡ seguían diciendo, y yo les dije que ya me lo habían dicho 10 veces!
Mikel, con mi permiso, decidió un pequeño corte y, con un último empujón, Kai llegó al mundo llorando a gritos. Cuando lo pusieron sobre mi vientre, el mundo se detuvo por un momento mientras sostenía a este hermoso nuevo ser que lloraba en mis brazos.
Pero mi trabajo aún no había terminado, les pedí a todos a mi alrededor que se quedaran conmigo un poco más de tiempo mientras Mikel cosía, me había desgarrado mucho y había roto una arteria, por lo que era necesaria una última concentración. Jivano cortó el cordón y luego, con una última contracción, salió la placenta.
Ahora, mirando hacia atrás, estoy tan feliz de haber dado a luz en casa, podría haber sido muy diferente en un hospital. La decisión no fue fácil, ya que no es muy común en España y muchos médicos no la consideraron una buena idea y menos porque padecía diabetes durante el embarazo.
Pero estoy feliz de haber podido elegir cómo llegó mi bebé al mundo y quién estuvo allí conmigo para hacerlo realidad.
No fue fácil, por supuesto, pero fue la experiencia más bella y poderosa de mi vida. Ese día también nació una nueva parte de mí y estoy eternamente agradecida por cómo fueron las cosas y por el gran equipo que tuve a mi alrededor para el nacimiento de Kai.
EL ASOMBRO POR su determinación
Laya se unió a las clases de yoga para embarazadas que imparto en Binissalem al principio de su embarazo y me encantó observar su evolución a lo largo de los meses. Su apertura al compartir sus sentimientos, preocupaciones y emociones que son objeto de un cambio tan grande en el embarazo fue muy inspirador para otras madres.
Buscó por fuera y por dentro las respuestas correctas para ella y su nueva familia.
El día que Kai decidió llegar, tuvo que cruzar el umbral del nacimiento, no solo dando a luz a su hermoso hijo Kai, sino también a sí misma como madre.
Lo que más me sorprendió de su desafiante viaje fue su enfoque y determinación. Cuando salí de mi casa para acompañarla, podía escuchar el canto de los pájaros, observar el sol que se levantaba lentamente y el nuevo día despertándose. Cuando entré en su casa pude sentir todo el amor que la rodeaba, incluso desde el departamento de arriba, donde su madre junto con su suegra se tumbaron en el suelo y cantaron mantras juntas para apoyar el descenso de su primer nieto.
Todos los miembros del gran equipo estaban allí para apoyarla en su viaje y pude sentir como el acompañamiento de su marido le estaba prestando fuerza cuando más la necesitaba.
Cuando Kai llegó, todo se acomodó y Laya estaba descansando en la cama con su hijo recién nacido en su pecho, nos dimos un fuerte abrazo y mientras conducía por el campo de regreso a casa, sentí como la energía del día empezó a bajar su ritmo, los pajaritos acomodándose en sus nidos y el sol siguiendo su viaje hacía el otro lado del planeta. Nueva vida, uno de los miles nacimientos ese día en nuestro planeta, pero tan único y precioso. Un nuevo comienzo de una familia maravillosa que formará el futuro de nuestro planeta.
Con profunda admiración y gratitud hacía vosotros queridos Laya, Jivano y Kai